La creación de una selección en cualquier deporte, historicamente, es por la ganancia nacionalista o carga que se le quiera otorgar si se quiere interpretar de esa forma. Desde otro punto de vista, genera una ganancia monetaria al ser esta parte de los patrocinios que genera la virtuosa popularidad de cada una de las que se traten.
En tiempos de los griegos las actividades físicas de los hombres eran vistas como parte de la creación de su persona, de su ser, de esta forma llegaban a ser verdaderos ciudadanos o guerreros. Y en las competencias contra las demás ciudades-estados determinaban el poderío de alguna y daban una pausa a las constantes guerras que los Helenos contendían.
Esto mismo los hacía hombres y guerreros de honor que le daban un estatus a su ciudad y llegaban a formar parte del panteón griego una vez determinada su victoria. Las competencias tenían un motivo y este era mantener el honor propio y nacional o morir en la vegüenza y la derrota.
Hoy en día, trasladando esta concepción al ámbito del futbol, la selección mexicana carece de ese orgullo nacionalista que debiera permear en cada uno de los elementos que la conforman y en consecuencia se vea reflejada en vistorias y ganancia de títulos. Obviamente no se pide que maten a sus oponentes como en la Grecia antigua, pero debiera haber un poquito de vergüenza al momento de competir contra otras naciones, que si bien, no están en guerra, bien merece ganarles todo en el campo donde se enfrentean.
Hoy las ganancias son tales, que ganar honor ya no se compara a tener un cheque de alguna de las marcas responsables de promover a la misma, perdiendo así la esencia de la competencia entre hombres en formación.
Hoy en día, pedirle a la selección mexicana que saque el orgullo y gane sus enfrentamientos es igual a ofenderlos y provocar un acabose en la sociedad porque unos están a favor de la sumisión deportiva mientras otros pelean su identidad a carta cabal sin importar de que se trate. El país en una competencia debe demostrar su supremacía, sin embargo el dinero les provoca amnecia, tal vez, sólo ellos saben. Pero en la Grecia antigua merecerían la muerte por ser tan agachones.
Esto se pone en la mesa del debate porque hay miles de personas que pagan por un boleto para ver jugar a una selección se supone, debe demostrar su mejoría y su respetable reputación "mundial" y millones de personas que se identifican con la selección sin importar todas estas problemáticas, cada uno determina su grado de masoquismo identitario, pero debiera exigirseles más.
De igual forma, formar parte de una selección era lo más honorable, ahora lo que parece ser parte de un circo mediático consiste en enfocar a ciertos jugadores que no tienen el talento y que sólo les genera ganancias por el morbo, no por lo deportivo. la identidad se pierde, se oxida, se pervierte.
Se espera como aficionado moderado, que la selección peleé su dignidad deportiva y alcance los puestos que merece. La identidad se gana y uno decide si va o no a ver a un equipo que avergúenza a toda una nación.
El boleto debe costar proporcionalmente a la calidad de la selección actual. MCCHA.
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